Cela ne tire pas à conséquence
O las consecuencias improbables de nuestras elecciones impensadas
—Sí, Dmitri Pávlovich […], la libertad, por encima de todo y antes que nada. No crea que presumo de ello (no hay nada de lo que presumir en esto), pero es así, siempre ha sido y siempre será así para mí, hasta el día de mi muerte. […] Le diré una cosa más: no soy contraria a reflexionar... es entretenido y, además, para eso nos han dado un cerebro; pero nunca reflexiono sobre las consecuencias de mis actos, y, cuando tengo que hacerlo, no me compadezco de mí misma lo más mínimo: no vale la pena. Tengo un dicho: «Cela ne tire pas à conséquence», no sé cómo decirlo en ruso. Y es que es cierto: ¿qué tire à conséquence? Porque a mí nadie me va a pedir cuentas aquí, en la tierra; y allá —señaló arriba con un dedo—, bueno, que hagan lo que tengan que hacer.
Aguas de primavera, Iván S. Turguénev
Maria, el personaje de Turguénev que pone voz a esta introducción, es un ejemplo andante de lo que podríamos llamar una persona determinista: para ella, sus actos son naturales, inherentes, insoslayables; y, por extensión (como no podía ser de otro modo), también lo son las consecuencias de estos. Nadie le pedirá cuentas, o eso cree, de manera que no pierde tiempo en reflexionar acerca de lo que hace o dice, de lo que anhela o detesta: Maria actúa y se deja guiar por la simple rienda de su apetito. Quizá en otros contextos, otras mentes llamarían a ese apetito voluntad o conatus…
En cualquier caso, la libertad de Maria parece fundarse en su capacidad de acción, en su rebeldía (algo inconsciente —en todos los sentidos—) ante las responsabilidades que puedan provocar sus decisiones; una suerte de anarquismo volitivo que la exime de rendir cuentas, bien sea ante las autoridades humanas o las divinas. Y supongo que es una idea aceptable, porque es probable que coincidas conmigo en el hecho de que no hay nada más humano que tomar decisiones: lo hacemos constantemente, en todos los ámbitos. Elegir, decidir, son acciones que implican toda una serie de procesos mentales, biológicos, lo cual implica que, de alguna manera, estamos condicionados antes de enfilar un sendero; nuestros pasos, por decirlo de otra forma, estarían previamente determinados por un elemento tan incognoscible que no hemos consensuado acerca de cómo denominarlo después de siglos de pensamiento: azar, destino, numen, albedrío…
Pero, si es así, si de veras no podemos tomar una decisión diferente de la que estamos (pre)destinados a tomar… ¿por qué dudamos?; ¿por qué nos planteamos escrúpulos?; ¿por qué valoramos opciones?
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