Tener las armas a punto
La razón se basa en la confianza, pero esta última no otorga la primera
La persona que sabe que tiene razón confía demasiado en su rectitud y, como consecuencia, no va por el mundo a la defensiva. Su misma fuerza se convierte en su debilidad. La persona que sabe que ha obrado mal es consciente de que siempre debe tener las armas a punto, y su misma debilidad se convierte en su fuerza. Una nunca está preparada para el combate, mientras que la otra siempre está lista. De ahí que, en este mundo, quien no tiene razón casi siempre vence a quien la tiene y, con la misma frecuencia, desprecia al vencido.
Las torres de Barchester, Anthony Trollope
Abundan los artículos (en esta red encontrarás muchos de ellos, casi todos calcos, que teorizan con referencias académicas sobre sesgos, capacidades, mentalidad, etc.) sobre las personas inteligentes que, de un modo u otro, no llegan a conseguir metas que, sin embargo, son alcanzadas y rebasadas por otros individuos con cualidades, digamos, inferiores. Puedes leerlos todos, recurrir a bibliografía, debatir con psicólogos, reflexionar con determinación, elaborar teorías… y no comprender el porqué de esa aparente desigualdad con la claridad con la que Trollope, hace mucho más de un siglo, la expuso en su novela. La literatura, en muchas ocasiones, desvela la verdad que se esconde en ideas aparentemente complejas o desapercibidas; aunque no es ese el meollo de este artículo.
La primera vez que leí ese pasaje de Trollope lo interpreté de manera literal: existiría una categoría de personas «buenas», aquellas que toman decisiones correctas, y otra de personas «malas», las cuales escogen comportarse con vileza a sabiendas. Una clásica batalla del bien contra el mal; una dicotomía maniquea que facilita el estar en el mundo tanto si perteneces a un bando u otro. Si eres de natural apacible —como yo—, te conturbarás con la idea de que un ser perverso, capaz de plantar batalla para defender su postura irrazonable, tenga más probabilidades de vencer a aquel que tiene la verdad de su lado. Probablemente —como yo— también te resignes con la certeza de que el mundo ha sido así siempre.
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